lunes, 30 de enero de 2017

Memoria histórica y deber de memoria


MEMORIA HISTÓRICA Y DEBER DE MEMORIA:
LAS DIMENSIONES MUNDANAS DE UN DEBATE ACADÉMICO
(Autor: Francisco Erice Sebares)

Para la mayoría de nosotros, términos como “memoria histórica”, “memoria colectiva”, “memoria social”, son relativamente recientes. Sin embargo su uso comienza en la primera mitad del siglo pasado, acuñados por sociólogos e historiadores. Estos términos expresan realidades similares, hechos pasados en cualquier caso, si bien tienen diferencias que justifican la existencia de todos ellos. El término “memoria histórica”  cobra especial importancia puesto que tiene evidentes connotaciones políticas. Esta memoria tiene una mayor influencia popular que académica, si bien no por eso hay que infravalorarla, pues en muchas ocasiones las conclusiones académicas están basadas en la “sabiduría popular”. La exactitud de la memoria histórica tendrá mucho que ver con el sentido crítico con que sea interpretada.

La “memoria histórica” organiza y articula los recuerdos, dando la impresión de ser una biografía completa. Esta memoria permite integrar la historia personal en la de la sociedad de que forma parte. No obstante, nos representa el pasado de forma resumida, mientras que la memoria de nuestra vida es mucho más continua y densa. Las circunstancias de nuestra propia vida se integran en la evolución de esa época. La “memoria colectiva” se refiere al relato que comparten los miembros de un grupo social sobre su propio pasado y que forma parte de sus señas de identidad. Está referida a hechos vividos por ellos mismos o que les han sido transmitidos por generaciones inmediatas. Esta memoria configura la identidad del grupo y su ideología.

Hay autores que ante las evidentes diferencias entre Historia y “memoria colectiva”, dudan de la expresión “memoria histórica”, ya que según ellos asocian dos términos que se oponen, ya que la “memoria colectiva” no va más allá de los límites del grupo en cuestión. Por el contrario la Historia se sitúa fuera de los grupos. Historia sólo hay una, mientras que memorias colectivas hay tantas como grupos, delimitados en el espacio y en el tiempo. La Historia está vista desde fuera y en un periodo largo, mientras que la “memoria colectiva” es un grupo visto desde dentro durante un periodo que abarca la vida de sus individuos. Las posturas más nítidas sobre este particular son las que separan tajantemente estos campos, memoria e historia. Propugnan que la memoria es un proceso individual, aunque pueda haber contenidos de una memoria individual que lleguen a integrarse con la Historia. Hay quien llega a afirmar que lo que se designa con el término “memoria histórica”, si es “memoria” no es “Historia” y viceversa. No obstante, esta teoría no se puede mantener de un modo tajante, pues la investigación histórica se alimenta de testimonios y recuerdos. Otros autores, como Aristóteles, piensan en cambio que la memoria es la matriz de la Historia, dándole mucha importancia al relato.

Se puede concluir que, científicamente, no tiene mucho sentido utilizar ambos términos unidos, pero desde un punto de vista ético-político si lo tiene y es en este campo donde radica la importancia de lo que hoy entendemos por “memoria histórica”. Existe también la llamada “memoria oficial”, que es aquella que los Estados difunden dentro del sistema escolar a través de la asignatura de Historia, lógicamente mediatizada en función de la tendencia política de un periodo.

Desde hace pocas décadas la actitud de los historiadores se fue haciendo más receptiva hacia la memoria, individual o colectiva, al entenderla como algo más auténtico y espiritual que la historia, siempre más fría. Es de destacar la importancia que otorga Marx a la memoria. Afirma que el poder siempre trata de anular la memoria revolucionaria y que los trabajadores deben luchar por recuperarla. Sin embargo, con el paso del tiempo cambia su discurso afirmando que muchas leyendas patrióticas son nocivas para el pueblo, poniendo como ejemplos episodios de la historia española y francesa. Frente a Marx se posicionó Walter Benjamin, con afirmaciones como que uno de los males del progreso es que lleva aparejado el olvido, destacando la importancia de la memoria. Según Benjamin la memoria opera normalmente contra la historia, escrita por los poderosos.

Con el final de la II Guerra Mundial, aparece un nuevo concepto de gran importancia: el “deber de memoria”. Se puede definir como la exigencia ética que para los vencidos significa contar sus vivencias en los campos de concentración donde tuvo lugar el Holocausto. Según sus teóricos, los supervivientes no pueden moralmente sustraerse a contar su horror. Según sus detractores, con el “deber de memoria” se corre el riesgo de que dicha memoria predomine sobre el análisis objetivo del pasado.

Se puede hablar de la “cultura de la memoria”, que engloba todos los términos hasta aquí mencionados, y que en los últimos tiempos ha cobrado mucha intensidad. Por ejemplo, en España el Foro por la Memoria surgió recientemente con el objetivo de transmitir a la sociedad actual la memoria perdida en la guerra civil. El objetivo es la reconstrucción de la memoria colectiva, de los valores de la sociedad y de sus señas de identidad. Este movimiento está claramente influenciado por las tesis “benjaminianas”, antes apuntadas, donde se observa la contraposición “Historia de los vencedores” frente a “memoria de los vencidos”. El problema de recuperar la memoria es que ésta no está depositada en ningún sitio concreto, sino que hay que reconstruirla desde la sociedad, influenciada por intereses que son siempre parciales o partidistas. Pese a ello, la recuperación de la memoria es reflejo de la necesidad sentida por muchos. La Historia, en términos científicos, se alimenta de elementos “mundanos” que reflejan intereses políticos y sociales, sin los cuales el pensamiento no puede formarse. Es importante que estos elementos mundanos se incorporen a la Historia con un sentido crítico.

Como conclusión, bajo mi punto de vista, es muy útil conocer el pasado de un pueblo, alimentando este conocimiento desde la memoria colectiva de los grupos sociales, pero es imprescindible contrastar estas memorias para no caer en el sectarismo o partidismo, teniendo siempre como fin conocer la verdad objetiva. Como reza en la entrada de Auschwitz, el mayor campo de concentración nazi, “el que olvida su historia está condenado a repetirla”.

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