MEMORIA HISTÓRICA
Y DEBER DE MEMORIA:
LAS DIMENSIONES
MUNDANAS DE UN DEBATE ACADÉMICO
(Autor: Francisco
Erice Sebares)
Para la mayoría de nosotros,
términos como “memoria histórica”,
“memoria colectiva”, “memoria social”, son relativamente recientes. Sin
embargo su uso comienza en la primera mitad del siglo pasado, acuñados por
sociólogos e historiadores. Estos
términos expresan realidades similares, hechos pasados en cualquier caso, si
bien tienen diferencias que justifican la existencia de todos ellos. El
término “memoria histórica” cobra especial importancia puesto que tiene
evidentes connotaciones políticas. Esta memoria tiene una mayor influencia
popular que académica, si bien no por eso hay que infravalorarla, pues en
muchas ocasiones las conclusiones académicas están basadas en la “sabiduría
popular”. La exactitud de la memoria histórica tendrá mucho que ver con el
sentido crítico con que sea interpretada.
La “memoria histórica” organiza y articula
los recuerdos, dando la impresión de ser una biografía completa. Esta memoria
permite integrar la historia personal en la de la sociedad de que forma parte.
No obstante, nos representa el pasado de forma resumida, mientras que la
memoria de nuestra vida es mucho más continua y densa. Las circunstancias de
nuestra propia vida se integran en la evolución de esa época. La “memoria colectiva” se refiere al relato
que comparten los miembros de un grupo social sobre su propio pasado y que
forma parte de sus señas de identidad. Está referida a hechos vividos por ellos
mismos o que les han sido transmitidos por generaciones inmediatas. Esta
memoria configura la identidad del grupo y su ideología.
Hay
autores que ante las evidentes diferencias entre Historia y “memoria
colectiva”, dudan de la expresión “memoria histórica”, ya que según ellos
asocian dos términos que se oponen, ya que la “memoria colectiva” no va más
allá de los límites del grupo en cuestión. Por el contrario la Historia se
sitúa fuera de los grupos. Historia sólo hay una, mientras que memorias
colectivas hay tantas como grupos, delimitados en el espacio y en el tiempo. La
Historia está vista desde fuera y en un periodo largo, mientras que la “memoria
colectiva” es un grupo visto desde dentro durante un periodo que abarca la vida
de sus individuos. Las
posturas más nítidas sobre este particular son las que separan tajantemente
estos campos, memoria e historia. Propugnan que la memoria es un
proceso individual, aunque pueda haber contenidos de una memoria individual que
lleguen a integrarse con la Historia. Hay quien llega a afirmar que lo que se
designa con el término “memoria histórica”, si es “memoria” no es “Historia” y
viceversa. No obstante, esta teoría no se puede mantener de un modo tajante,
pues la investigación histórica se alimenta de testimonios y recuerdos. Otros
autores, como Aristóteles, piensan en cambio que la memoria es la matriz de la
Historia, dándole mucha importancia al relato.
Se
puede concluir que, científicamente, no tiene mucho sentido utilizar ambos
términos unidos, pero desde un punto de vista ético-político si lo tiene y es
en este campo donde radica la importancia de lo que hoy entendemos por “memoria
histórica”. Existe
también la llamada “memoria oficial”,
que es aquella que los Estados difunden dentro del sistema escolar a través de
la asignatura de Historia, lógicamente mediatizada en función de la tendencia
política de un periodo.
Desde
hace pocas décadas la actitud de los historiadores se fue haciendo más
receptiva hacia la memoria, individual o colectiva, al entenderla como algo más
auténtico y espiritual que la historia, siempre más fría. Es de
destacar la importancia que otorga Marx a la memoria. Afirma que el poder
siempre trata de anular la memoria revolucionaria y que los trabajadores deben
luchar por recuperarla. Sin embargo, con el paso del tiempo cambia su discurso
afirmando que muchas leyendas patrióticas son nocivas para el pueblo, poniendo
como ejemplos episodios de la historia española y francesa. Frente
a Marx se posicionó Walter Benjamin, con afirmaciones como que uno de los males
del progreso es que lleva aparejado el olvido, destacando la importancia de la
memoria. Según Benjamin la memoria opera normalmente contra la historia,
escrita por los poderosos.
Con el
final de la II Guerra Mundial, aparece un nuevo concepto de gran importancia:
el “deber de memoria”. Se puede
definir como la exigencia ética que para los vencidos significa contar sus
vivencias en los campos de concentración donde tuvo lugar el Holocausto. Según
sus teóricos, los supervivientes no pueden moralmente sustraerse a contar su
horror. Según sus detractores, con el “deber de memoria” se corre el riesgo de
que dicha memoria predomine sobre el análisis objetivo del pasado.
Se
puede hablar de la “cultura de la memoria”, que engloba todos los términos
hasta aquí mencionados, y que en los últimos tiempos ha cobrado mucha
intensidad. Por ejemplo, en España el Foro por la Memoria surgió recientemente
con el objetivo de transmitir a la sociedad actual la memoria perdida en la
guerra civil. El objetivo es la reconstrucción de la memoria colectiva, de los
valores de la sociedad y de sus señas de identidad. Este movimiento está
claramente influenciado por las tesis “benjaminianas”, antes apuntadas, donde
se observa la contraposición “Historia de los vencedores” frente a “memoria de
los vencidos”. El
problema de recuperar la memoria es que ésta no está depositada en ningún sitio
concreto, sino que hay que reconstruirla desde la sociedad, influenciada por
intereses que son siempre parciales o partidistas. Pese a ello, la recuperación
de la memoria es reflejo de la necesidad sentida por muchos. La
Historia, en términos científicos, se alimenta de elementos “mundanos” que
reflejan intereses políticos y sociales, sin los cuales el pensamiento no puede
formarse. Es importante que estos elementos mundanos se incorporen a la
Historia con un sentido crítico.
Como
conclusión, bajo mi punto de vista, es muy útil conocer el pasado de un pueblo,
alimentando este conocimiento desde la memoria colectiva de los grupos
sociales, pero es imprescindible contrastar estas memorias para no caer en el
sectarismo o partidismo, teniendo siempre como fin conocer la verdad objetiva. Como
reza en la entrada de Auschwitz, el mayor campo de concentración nazi, “el que
olvida su historia está condenado a repetirla”.
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