Un maestro sufí tenía la costumbre de contar una parábola al terminar cada lección, pero los alumnos no siempre entendían el mensaje de la misma.
– Maestro – le dijo en tono desafiante uno de sus estudiantes un día -, siempre nos haces un cuento pero nunca nos explicas su significado más profundo.
– Pido perdón por haber realizado esas acciones – se disculpó el maestro-, permíteme que para reparar mi error, te brinde mi rico durazno.
– Gracias maestro.
– Sin embargo, quisiera agradecerte como mereces. ¿Me permites pelarte el durazno?
– Sí, muchas gracias – se sorprendió el alumno, halagado por el gentil ofrecimiento del maestro.
– ¿Te gustaría que, ya que tengo el cuchillo en la mano, te lo corte en trozos para que te sea más cómodo?
– Me encantaría, pero no quisiera abusar de su generosidad, maestro.
– No es un abuso si yo te lo ofrezco. Sólo deseo complacerte en todo lo que buenamente pueda. Permíteme que también te lo mastique antes de dártelo.
– ¡No maestro, no me gustaría que hicieras eso! – se quejó sorprendido y contrariado el discípulo.
El maestro hizo una pausa, sonrió y le dijo:
– Si yo les explicara el sentido de cada uno de los cuentos a mis alumnos, sería como darles a comer fruta masticada.
Desgraciadamente, son muchos los que piensan que es mejor dar las frutas perfectamente cortadas e incluso masticadas. De hecho, la sociedad y las escuelas están estructuradas de tal forma que se enfocan más en la transmisión de conocimientos y de verdades casi absolutas, que en enseñar al alumnado a pensar por su cuenta y sacar sus propias conclusiones.
No obstante, educar a un niño o una niña a creer a ciegas en supuestas verdades sin cuestionarlas y enseñar lo que deben pensar, implica arrebatarlos de una de sus capacidades más valiosas: la capacidad para la autodeterminación.
Aquí os dejo un artículo que he leído recientemente y que me gustaría compartir con vosotros (¡Además viene con un cortito de Pixar muy gracioso! ¡No os podéis negar!):
Bonito artículo, Mireia. Por supuesto, estoy de acuerdo con tu reflexión. Añadiría, además, que no hay nada más estimulante para el profesor/a que ver crecer a sus estudiantes mientras consiguen llegar a cotas inesperadas.
ResponderEliminarSaludos,